En este septiembre de 2016 se
cumplen ocho años de la caída de Lehman Brothers, que nos supuso la entrada a
una de las más grandes crisis que la humanidad ha experimentado jamás. ¿Qué
tendrá septiembre que a tan altos y graves acontecimientos siempre nos invita?
Esa crisis que, en
principio, era solo financiera, supuso, en realidad, un retroceso en todos los
niveles medibles del bienestar de esta humanidad que traga con todo lo que le
echen. Quizá porque no tenga más remedio; quizá porque ignora demasiado; quizá
porque muchos son los miedos que la atenazan y quizá, también, porque bastante
tiene con su día a día y con rezar al falso dios de turno.
Ocho años después, la
situación no ha mejorado, más bien ha empeorado. Todos los estados están más
endeudados que entonces; todos los ciudadanos más pobres, desconcertados y las
condiciones de vida han perdido, para más de un tercio de la población, todos
los mínimos de dignidad.
En estos ocho años, los
gobiernos han dictado nuevas leyes que solo han beneficiado y amparado a
cuatro: El mundo económico-financiero (incluidas
las aseguradoras); el mundo corporativo
de las grandes multinacionales que dominan, oligárquicamente, todos los campos
de la producción y distribución de bienes y servicios; los poseedores de grandes
fortunas y a todos aquellos que hacen de la corrupción su modus vivendi. Ellos son los que realmente legislan y
ordenan, los otros acatan y obedecen. Chantajean, engañan y enmarañan para
obtener aquellos réditos que jamás se llevarán consigo tras su deplorable
existencia en este planeta.
El retroceso social,
económico y cultural de todas las ciudadanías ha sido, en estos ocho años, de
verdadero pavor. Jamás fue tan claro y manifiesto el trasvase de la riqueza de
todos –de la aldea global- en favor de unos pocos, de esos cuatro que he
englobado anteriormente. No les marearé con la galopante precariedad laboral,
ni del colapso económico inminente –a tanto ha llegado la usura y la codicia-,
ni tampoco de lo inoperantes que resultan nuestros políticos –abducidos por esos
cuatro jinetes apocalípticos- pues ni se atreven, ni saben cómo revertir lo que
antes ya fue revertido. Están de fiesta en fiesta, que a ellos no les alcanza
el sufrimiento ni falta alguna y ya sabemos que aquel que no sufre, desconoce
qué es eso. Guerras, éxodos, desempleos, desahucios, hambre, miseria que
aumenta exponencialmente y pérdida de la identidad humana, independientemente
de cuál sea su origen, más o menos divino. ¡Vamos para atrás y contra
corriente!
Anteriormente, el 11/09/01
(Otro septiembre), con el atentado de falsa bandera de las torres gemelas, se
dio salida a todo cuanto después nos ha ido llegando: Destrucción y
desestabilización de zonas geográficas –Oriente Medio- y las consecuencias
implícitas que tales acciones conllevan: Aumento del terrorismo allá donde
interesa que la tranquilidad deje de estar y aumente el miedo y la aceptación
de la pérdida de libertades y movimientos; corrientes migratorias atroces,
insostenibles, indignantes, terribles e inhumanas que hagan de espejo a
nuestros particulares egoísmos con aquello de: “Virgencica, virgencica que me
quede como estoy”. La complacencia y aceptación para cuanto quieran hacer de y con
nosotros. Para ellos somos como una ofrenda a no sabemos qué dioses del Olimpo.
Esos dos hechos no habrían
de ser considerados como producto de las casualidades, sino que son, más bien,
consecuencias de un plan prefijado y planificado en el tiempo. Lo que buscan,
está claro, no es el bienestar social de las poblaciones y su sostenibilidad
–que es totalmente posible-. Lo que persiguen es otra cosa totalmente
contraria. ¿Por qué? ¿Para qué? No es fácil dar respuesta cuando es escaso el conocimiento
del que esto escribe, pero la intuición, que también es parte del saber, me
indica el trágico final, fácilmente predecible, de toda esta dramática historia,
contraria al principio de la vida y su defensa. En eso parecen estar. Al fin y
al cabo siempre han actuado de esa forma y continuamente en la Historia les
salió bien: Destruir para Construir.
El Universo está lleno de
vida, pues no otra puede ser su misión: Albergar Vida. ¿Para qué tanta estrella
e infinito espacio sino es para albergar vida? Menuda chapuza sería afirmar lo
contrario. Así pues, piense detenidamente en lo recogido en el Kybalión y en
uno de los siete principios de Hermes Trismegisto: 2. Correspondencia. “Como es
arriba, es abajo; como es abajo, es arriba. Afirma que este principio se
manifiesta en los tres Grandes Planos: el Físico, el Mental y el Espiritual”.
A principios de diciembre
pasado, el Papa Francisco avisó a las multitudes congregadas en la Plaza de S.
Pedro que esa Navidad podría ser la última para la Humanidad. Que este año
podría ser irreconocible: “Estamos cerca de la Navidad. Habrá luces, habrá
fiestas, árboles brillantes, incluso escenas de la Natividad mientras el mundo
sigue en guerras” “Mientras el mundo se muere de hambre, quemaduras y desciende
aún más en el caos, debemos darnos cuenta de que las celebraciones de Navidad
de este año para aquellos que optan por celebrarlo pueden ser el último”
Países que avisan a sus
ciudadanos para que acopien víveres y efectivo para dos semanas; para que se
preparen para volver a ser militarizados. Movimientos de tropas en el centro de
Europa enfilando las viejas fronteras con URSS. Estados que conocen cuál es la
crítica situación en la que estamos y de las malévolas intenciones de quienes
ostentan el verdadero poder y que, como siempre ha sido hasta ahora, a ellos
nunca les alcanzarán. Es la ventaja que tienen los que conocen la hoja de ruta
–por ser quienes la elaboran o por tener línea directa con ellos- y que, para
esas situaciones, bien que se aseguran con los debidos márgenes para que no les
afecte en lo más mínimo.
Muchas son las amenazas para
esta casa en la que vivimos, demasiadas incertidumbres y temores. Y sobre todo
la sensación de estar solos ante tanto ser inhumano que parecen disfrutar y gozar
con el sufrimiento y la necesidad de sus semejantes.
Esta noche, que ya está
entrando disfrutaré viendo un cielo limpio, estrellado y con una luna llena
resplandeciente y hermosa. Esa a la que dicen que llegamos y que no es verdad,
como tantas y tantas otras mentiras a las que nos han estado sometiendo por miles
de años. Intereses de los dueños, será, porque al fin y al cabo son ellos los
amos de este mundo llamado Tierra.
Despertar e intentar saber
algo de la Verdad a la que nos tienen alejados, solo eso nos queda. De momento,
apreciado lector, cuídese en lo que pueda, que pintan bastos.