viernes, 22 de abril de 2016

DIVIDE Y VENCERÁS - MÁRGENES ROTOS

Que se sepa. Los márgenes están rotos. Tras más de ocho años de la última crisis económica, laboral, social y humana, y no bastando con el derroche a espuertas realizado en obras a sabiendas de su inutilidad colectiva y con el único objetivo de llenar los bolsillos de unos pocos; a sabiendas de todo el despilfarro llevado a cabo en todos los rincones de este desgraciado País; a propósito de expoliar y expoliar como si el mundo se fuera a acabar y, como poniéndole el broche de oro a dantesco panorama, lo que estamos conociendo sobre Andorra, Suiza, Panamá y tantos otros lugares (aún por descubrir) donde durante años se fueron ocultando las fortunas de la codicia y de la usura, hemos de reconocer que cualquier margen tolerable ha sido superado. Y no solo aquí.

De tal forma, que no debemos de llevarnos las manos a la cabeza cuando veamos que el contenido de esos márgenes se desborda sin control alguno y que, como ocurre con los castillos de naipes, nada quedará en píe.  

El sufrimiento, la angustia y tanto suicidio provocado en plebeyos, lacayos y sirvientes, no pueden quedar sin justicia. Y hablo de la justicia natural, no de la artificial que siempre está al servicio de todos aquellos que la pueden pagar, y ellos pueden. Así que estén tranquilos todos aquellos que tan bien velaban por lo que consideraban y consideran que son sus dineros. Nada les pasará ni nada tendrán que devolver. El sistema es garante con todos ellos y primero habrá que demostrar la ilegalidad y eso no es siempre fácil cuando los resquicios de todos los reglamentos son tantos. Y que pasen diez o quince años de procesos son una garantía más para su impunidad. Pregunten a Fabra, que, tras catorce meses ya solo irá a la cárcel a dormir, si le ha compensado tanto premio de la lotería. Así, esa justicia natural, aquí como allí, no tendrá más remedio que imponerse. Nuestra incapacidad, propia o inducida, en reconducir tanto mal provocado a tantos, no será óbice para que sea implantada. No habrá excusa alguna y nuestro mundo sufrirá tanto desmán y desatino por la insistencia de ir en contra de todos sus preceptos naturales. Son estos, y no los nacidos en esos parlamentos artificiales, los únicos que debiéramos haber seguido en nuestra conducta y actitud.

Ya no quedan palabras y las fuerzas de sus significados se han diluido de tanto repetirlas. Este País, esta sociedad mundial se han convertido en un zombi más, que deambula sin horizonte ni luz alguna que la ilumine. Cegados ante el sufrimiento que nosotros mismos imponemos a los demás. Miles, centenares de miles que huyen de las guerras que les provocamos y los abandonamos a su suerte y desdicha. Asistimos al nuevo espectáculo, perplejos y cómplices del mismo. Siempre fue así.

Este País, esta Nación de Naciones, y como todas las demás de este pequeño mundo, han sido engañadas durante los milenios que han sido y siempre por los mismos. Y de tanto engaño surgió la ignorancia y el conformismo con la propia y ajena miseria social, económica y espiritual. Reduciendo a la mayor de las mediocridades todo intento de lucha por la verdadera libertad, por la verdadera fraternidad y por la verdadera igualdad de todos los seres humanos que la han conformado y conforman.

Nos han mantenido desiguales y divididos, sustraídos a toda verdad natural y revolucionaria y, por ello, sumidos en lo más profundo de un pozo de aguas sucias del que jamás nos dejarán salir. Un planeta de entre miles de millones, con todo lo necesario para una vida digna para todos sin excepción. Y, sin embargo, su especie inteligente y suprema, lleva guerreando entre ella miles de años para conseguir riquezas efímeras que nadie ha conseguido llevarse más allá de su tumba. Una Humanidad de demonios y de monstruos, un mundo fallido. Los demás, como un hámster dando vueltas y más vueltas a la misma rueda que no deja de girar porque él mismo es quien la impulsa sin tomar conciencia de ello.

Siempre son las mismas retóricas, los mismos cánticos que nos adormecen siempre a los mismos, las mismas reglas y normativas que nos impiden cualquier movimiento de liberación y que tanto defienden a esa clase de engendros que se creen iluminados por un dios falso y creado por y para su conveniencia e interés. Crear A y crear B para distraernos en una lucha infructuosa y sin sentido de la que C siempre sale victorioso. Derechas e izquierdas; arriba y abajo; norte y sur; católico o protestante; judío o musulmán; capitalista o comunista; blanco o negro; del Madrid o del Barcelona; dios o el demonio; dulce o salado… Una antiquísima estrategia en la que C maneja los hilos a su antojo, mientras nuestra inconsciencia y desconocimiento se convierten en su gran aliado y cómplice para esta vida única que se nos da.  Divide y vencerás.

El objetivo de C sigue siendo el mismo desde hace miles de años:


¡Que se jodan con su ignorancia y mediocridad!

lunes, 11 de abril de 2016

POBRES, LOS GORRIONES

Hasta este pequeño pajarito está dando muestras de cómo está la cosa en este perdido mundo. Su número está disminuyendo. Ya ven, el gorrión, ese pequeño pajarito, tan fuerte y que tan bien supo adaptarse a todos los climas y a todas las latitudes (Como nosotros), también está sufriendo las consecuencias de este preámbulo a la mayor de las  incertidumbres y locuras en las que nos encontramos todas las especies ya sean éstas acuáticas, terrestres o áreas.

De ese preámbulo somos nosotros, la especie más inteligente, los autores, que no quepa duda alguna. Hasta aquí hemos sido los publicistas de este prólogo que vaticina el peor de los desenlaces para esta tragedia en que hemos convertido LA VIDA. A cada efecto le corresponde una causa anterior y es por ello, por los efectos presentes que estamos viendo y sufriendo, que sabemos de las causas  que fueron y de las nuevos efectos inducidos que nos han de venir y siempre dirigidos por unos pocos locos. No es nada difícil y necesitado de sesudos análisis ni conjeturas, es, tan solo aplicar el sentido común.

Por cierto, en ese pino donde mi calle termina, los gorriones están alborotados y sus piares no cesan. Será cosa de esta primavera y de este excelente día de primeros de abril. La brisa se oye al rozar las hojas de los árboles y, de repente, surge  sobre sus cánticos, majestuoso y potente, el trino de un mirlo negro y brillante que parece avergonzar a esos pobres gorriones pues, al poco, acallan todos sus estridentes piares. No ha habido que pagar entrada para disfrutar de esos minutos de vida, cosa que agradezco a unos y al otro, porque en esta vida que nos ha tocado todo ha de pagarse, todo tiene un precio y si no pagas, mueres. Y si no trabajas, no cobras y si no cobras, mueres. Todo ello se fue construyendo en nombre de un dios porque, no habiendo justificación natural alguna, el hombre acudió a él para justificar lo injustificable y frenar así toda disputa de los sensatos.

Estarán contentos esos dioses con tanto como se ha hecho en su nombre. Y eso, lógicamente, si existe algo parecido a ese concepto de dios que nos fueron inoculando siglo tras siglo y que, de haberlo, nada tendrá que ver con la realidad que se esconde más allá de este cielo que hoy es tan azul, tan claro y tan inmensamente bello y que otros tanto se molestan en hacerlo oscuro y opaco. Porque, estoy seguro, nos habría ido mejor a todos de no contar con esa figura tan divina y nefasta. Nos habríamos preocupado más de lo que nos rodea y, no conociendo de todas esas parafernalias y cuentos chinos, nos habríamos preocupado más de nosotros mismos y de cuanto con nosotros forma parte de este planeta. Nadie hubiera podido utilizar ese falso “salva conducto divino” para cometer los mayores crímenes contra esta única y bellísima NATURALEZA y contra nosotros mismos. Porque no otra cosa hemos estado haciendo desde nuestros principios más lejanos: Jodernos los unos a los otros. Eso es lo único que sabemos hacer bien, pues nos lo enseñan desde niños. Y esa jodienda está alcanzando unos niveles tales que se están tornando insoportables e intolerables para la inmensa mayoría y, como ésta no cuenta, los pocos que son arquitectos de esta mal lograda civilización, procederán, directa o indirectamente, al mayor de los genocidios. Les sobramos y nos achucharán aún más entre nosotros para que les hagamos el trabajo sucio de nuestro propio exterminio. Están trabajando en ello a destajo. Así que el fin de las  especies no se quedará limitado a aquellas que consideramos inferiores –gravísimo error esta consideración hacia quienes han contribuido con su existencia a que este mundo sea lo que aún es- si no que nos alcanzará a todos, a ellos también aunque crean que no. Tal es la degeneración a la que hemos llegado que, al igual que en las últimas grandes civilizaciones de nuestra historia, nuestro fin se acerca de forma inexorable. El equilibrio ya fue roto y solo nos quedan los bandazos a diestro y siniestro antes de la inexorable caída.

Mires hacia donde mires solo ves engaño, fraude y una insoportable manipulación de todo lo cierto. Te roban hasta lo que no tienes: tu futuro y el de tus hijos. Nos han robado todo y como no les queda nada más que robarnos, nos borraran de la existencia. Así de simple. Una vez más, esa silenciosa y laboriosa Naturaleza será la encargada de poner cada cosa y cada especie en el lugar que le corresponde. Hasta ahora así ha sido y lo seguirá siendo mientras el planeta que nos acoge siga dando vueltas. Una especie, la nuestra, con una inteligencia superior es incapaz de respetar la vida tal y como se le entrega, rompe todas las reglas que la hacen posible y, por lógica, termina por sucumbir a su propia destrucción. Otra vez más.

Los cimientos sobre los cuales pivotan todos nuestros anhelos y buenos deseos están putrefactos. Demasiada maldad. Las estructuras que compartimentan nuestras vidas no dejan resquicio ni a la verdad ni a la libertad, nos mantienen presos e impotentes, totalmente condicionados a unos parámetros inamovibles y estancos. Ya no queda aire ni para respirar. Los techos de toda esta deplorable, penosa y triste arquitectura oprimen en tal extremo que todo se limita a una mera supervivencia, a un sálvese quien pueda y caiga quien caiga.

Me resta una pregunta:
¿Dónde están aquellos dioses buenos que salven a los gorriones?

No hay otra, solo ellos pueden ser nuestra última esperanza. Es lo que hay.